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domingo, 28 de julio de 2019

Hoy entiendo…

…que la vida no es mas un breve instante. Que ayer eres un niño jugueteando con la imaginación y comiendo chocolates hasta enfermarte y 3 semanas después eres un adulto calvo, canoso y malhumorado.
Hoy entiendo que es bueno saber muchas cosas, esas que solo se aprenden en los libros o en la escuela porque te habilitan para afrontar muchas situaciones en la vida. Pero también entiendo que saber demasiado te puede llenar de amargura, preocupaciones y angustias que a veces es mejor no tener.
Hoy entiendo que el dinero si te hace feliz, contrario a lo que el mundo dice. Pero también entiendo que solamente te hace feliz si lo usas para los tuyos, para esa gente que te da más que su dinero y te da de su tiempo, su atención, sus cariños y memorias. Hoy entiendo que el dinero es un medio para generar unión al compartirlo.
Hoy entiendo que las relaciones humanas, incluso las familiares, son de los acertijos más complejos e intrincados que jamás haya afrontado la mente humana. Mas aún, que irónicamente, cuanta mayor la cercanía de los individuos, tanto mayor la complejidad de la relación. Que pareciera que la medida afectiva es directamente proporcional a la medida de dificultades.
Hoy entiendo que ser Padre es una labor difícil, ingrata y extenuante. Por si fuera poco, hoy entiendo que cada hijo es un universo distinto y que la disciplina, cariños, cuidados y atenciones que funcionan con uno, no necesariamente funcionarán con los demás. Y que cada uno requerirá de nuestra adaptación, paciencia, total atención y tolerancia para ayudarles.
Hoy entiendo que no importa cuantos años transcurran, la felicidad se encuentra oculta, escondida, pero deseosa de ser hallada, en los detalles más inocentes y absurdos que la inteligencia humana pudiera discernir. Que la felicidad no es una mansión gigantesca, ni autos caros, ni joyas o grandes lujos. Hoy concluyo que la felicidad puede encontrarse escondida en nuestra memoria, en el archivo muerto. Que está compuesta de pequeñísimos momentos, casi imperceptibles: en un helado con un amigo, en la caricia a un perro, o en un sincero abrazo de despedida, en la complicidad de una mirada, en una carcajada a coro, en un saludo afectuoso, en un trabajo bien hecho.
Hoy entiendo que la muerte no separa a los seres queridos y que solo el olvido y el traicionar los valores y principios inculcados separan y distancian.
Hoy te lo digo de frente y con franqueza: hoy te entiendo, Madre. No te juzgo ni te recrimino nada porque sé que un día estaré sentado tu lugar y mis propios hijos deberán entender el porqué de mis decisiones y de las cosas que les dije o hice con ellos.
Antes bien, te agradezco y agradezco al cielo la bendición que tuve de conocerte y de haber sido criado y forjado en el fuego de tu cariño.
Por todo lo anterior, hoy entiendo, sin duda alguna, soy un tipo afortunado.


P.D. "BUSCAME"

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