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viernes, 17 de septiembre de 2010

México, "patrimonio de la humanidad": ¿Aún creo en tí?

Voy a ser políticamente incorrecto en estas fechas. Pero, en medio de la celebración, hace falta una dosis de realidad. Hoy, pareciera haber obligación de enorgullecernos de nuestra nacionalidad. El gobierno y muchas empresas han lanzado intensas campañas en las que nos dicen que hay que festejar intensamente nuestro cumpleaños 200. Y, además, el gobierno federal y los de diversas entidades han echado la casa por la ventana para la celebración. En medio de toda esta euforia, ha faltado al menos una pizca de reflexión para entender por qué tenemos este país en el que la violencia y el crimen se han enseñoreado de muchas regiones o en el que tenemos una educación primaria cuya calidad ocupa el lugar 120 en una lista de 139 países, pero que va a hacer un “megapuente” para festejar. No podemos sentirnos orgullosos de tener a algunos de los cárteles de la droga más poderosos del mundo ni de tener sindicatos como el magisterial o el petrolero; tampoco de tener servicios caros o gobiernos estatales que gastan a manos llenas sin rendir cuentas. No podemos celebrar la bancarrota de empresas como Mexicana de Aviación o la caída de seis lugares más en el ranking de competitividad.
Claro que hay muchas cosas en el país de las que sí podemos sentirnos genuinamente orgullosos. Ellas han estado presentes masivamente en las campañas publicitarias, públicas y privadas.
Creo que es necesario, ni modo, hacerle un poco al aguafiestas y decir que hay muchas cosas de México que nos deben dar vergüenza.
La historia del país ha estado llena de éxitos pero también de fracasos.
Tras la independencia, tuvimos más de medio siglo de desgarramientos. La nación no acababa de definirse, tanto así, que perdió más de la mitad de su territorio original.
Tuvo que ser el autoritarismo de Porfirio Díaz el que acabó dándole -más o menos- sentido de unidad al territorio. Y tras una Revolución en la que se enfrentaron encarnizadamente entre sí personajes que la historia oficial pone juntos en el panteón de nuestros héroes, como Villa y Zapata, por un lado, y Obregón y Carranza, por el otro, surgió trabajosamente un Estado que resultó profundamente antidemocrático, autoritario y paternalista.
Se conformó un sistema político basado en el control de los aparatos de masas; en una clase empresarial cobijada por funcionarios y leyes; en una cultura del poder absoluto del Presidente.
El problema es que ese sistema se derrumbó, como lo hizo también la economía cerrada y protegida.
Nuestro drama hoy día es que en esta generación -la del No, como por allí la bautizaron- no hemos estado a la altura de los desafíos y no hemos podido construir otro edificio institucional que nos sirva en estos tiempos.
Hemos carecido de la grandeza que se requiere para formar instituciones, políticas, empresas, cultura.
Mucha fiesta del Bicentenario pero muy poca edificación del porvenir.Ojalá que no nos vayamos a encontrar pronto con la cruda realidad, tras la borrachera de nacionalismo que hemos tenido en estas fechas.
Démosle pronto la vuelta a la página. Y, sí, recuperemos la historia para aprender de ella.
Pero, sobre todo, para aprender de lo que hemos hecho mal en el pasado y en el presente, que ha sido mucho y que tanto nos ha costado.
Nuestra aspiración debiera ser llegar finalmente a la madurez de nuestra Nación, que a veces, con todo y sus 200 años a cuestas, se comporta como adolescente, siempre queriendo parecerse a los gringos o a los gachupines, avergonzándose de su sangre indígena. (Ay!, Maldición de malinche: http://www.youtube.com/watch?v=2IwRwTOXOm4 )

Perdón pero QUE HUEVA SEGUIR CON LA CANTALETA DE "LA CULPA LA TIENEN NUESTROS GOBERNANTES" Y EL "NOS GOBIERNAN MAL". Asumamos nuestra culpa como sociedad y como individuos incongruentes y oportunistas.

HE DICHO!