...

...
sin comentarios

domingo, 19 de septiembre de 2010

21 años

De Según el sapo, la pedrada.
Hace 21 años, justo un día como hoy, pero en Martes. Me desperté como cada mañana, desayunando de prisa cuidando de no ensuciar el uniforme, en la vorágine de subir y bajar las escaleras, del baño a mi cuarto y viceversa. Estaba yo en la secundaria, tenía unos 14. El camión llegaría en cualquier momento, y mi hermano ya estaba listo, esperando a la puerta. De momento Él se levantó de la cama, recién había vuelto a hacerlo después de pasar varias semanas en el hospital; terapia intensiva. Los Doctores no se explicaban como había logrado salir OTRA VEZ considerando su precario estado. Su cuerpo tísico, casi esquelético, pálido, debilitado por la enfermedad. Sin quererlo, una mirada tierna y compasiva se escapó de su rostro demacrado, con rictus atribulado de tener que ser testigo de como el reloj de arena de sus días veía precipitar los últimos granos, y nosotros, sus hijos, tan llenos de vida y con tantas cosas por vivir, sin él. Menudo tormento, seguramente.
Me preguntó que si ya me iba; yo apurado, casi sin ponerle atención, como por reflejo balbuceé que SI, sin mirarlo. Añorante me mostró una revistilla, "Selecciones Reader´s Digest". Movido por la culpa de mi descortesía le pregunté qué leía. "Soy el nuevo corazón de Juan". El relato de un jovencito víctima de una severa cardiopatía que narraba en detalle cómo había logrado sobrevivir gracias a un transplante de corazón, novedosos en aquella época. Él tuvo la oportunidad de ser el primero en México. El Dr. Idolino Cabrera, cardiólogo, le había ofrecido la oportunidad de "probar" con el transplante. "Puede usted vivir 5 años mas en sus circunstancias actuales, o con el transplante tal vez alcance a vivir hasta 10, pero no es seguro". Obviamente rechazó la nada esperanzadora oferta.

Mas tarde ese mismo día, el Director del colegio me llamaba a su oficina para avisarnos a mí y a mi hermano del deceso. Es uno de esos momentos infinitamente sórdidos, secos, enervantemente desmoralizadores. No se lo deseo a nadie, ni al peor de mis enemigos. Es una sensación amarga, como si Dios se hubiera olvidado de nosotros por alguna inexplicable distracción de su parte; como si 2 niños de 14 y 11 no valieran la pena otro milagro más. No sé, tal vez ya habíamos recibido suficientes milagros durante los 3 años anteriores.

Los siguientes días para mí, transcurrieron en un estado que iba de lo insensibilizado, a lo inconmovible. Ahora que lo recuerdo, estaba yo sumido en un estado de inconsciencia, como ajeno y desentendido de lo que ocurría. Era demasiada compasión mezclada con lástima la que recibíamos de parte de tíos, primos, familiares y amigos. Mi mamá con semblante duro, impasible. Arturo devastado, inconsolable. (Pausa de 5 mins: nudo en la garganta)

Se fueron los días, semanas, meses y años. Los 3 acordamos sin decirlo, olvidar aquello, continuar sin autocompadecimientos ni lamentaciones. Mi mamá se hundió irremediablemente en una profunda depresión que, casi de milagro, no terminó en consecuencias fatales. A nosotros 2 se nos fué en desahogarnos con miles de pleitos y agresiones mutuas, que desgastaron para siempre nuestra relación filial. Creo que ahora comprendo: estábamos ROTOS. Deseábamos pensars que con Su muerte, había terminado ese mal sueño convertido en pesadilla. Nada más alejado de la realidad.

Porque a nosotros? Porqué TU? Porque en ese momento? Porque así? Tantas preguntas sin respuesta.

Si, hoy se cumplen 21 años. Don Francisco Faustino Gómez Vega, Ingeniero Electromecánico, empleado de Ford Motor Co. en el Depto. de "Ingeniería del producto", ex-campeón nacional de lucha greco-romana, aguerrido jugador de ajedrez, tan insurrecto esposo como rigorista padre, tuvo la muy egoísta e insensata ocurrencia de largarse, así nomás. Hoy, seguramente no somos mas de 3 o 4 personas las que lo recordamos, en este su vigésimoprimer aniversario luctuoso. Trabajador como pocos, responsable, sociable, bailador, angloparlante frustrado y acérrimo fanático de los Acereros de Pittsburgh.

Como olvidar aquellos viernes a eso de las 7pm rumbo a la casa de mi abuela, su madre, escuchando las cápsulas "Vibraciones musicales" y "Gracias por el recuerdo" en Radio 620 y mientras nos deteníamos a comprar papitas o bolitas de masa azucaradas sobre Av. Cuitláhuac para no caer con las manos vacías. Quien puede olvidar sus legendarios eskimos de vainilla de los que casi se sentía tan orgulloso como de tus juerguistas "cubitas" . Imposible imaginarlo sin su inseparable camioneta, comparsa en tantos viajes y travesías por el interior de la república. Como borrar la estremecedora cicatriz que nos dejó a todos en la memoria aquel revolcón que el mar de Acapulco le puso en como despedida: su rostro desencajado, tan aturdido como avergonzado, suplicando ayuda pero sin atreverse a pedirla. Todos conteniendo las lágrimas al ver al que había sido un hombre corpulento, vigoroso y recio convertido en un ancianito decadente, achacoso a sus 45 años.

Quiero pensar que hoy, por ser este día y en su cumpleaños, le permitirán echar un vistazo a mi casa, para poder contemplar a sus nietos brincando incansablemente en trampolín, cantando canciones y dibujando soles con sus manitas tan parecidas a las de El y así poder disfrutarlos al menos a través del cristal que nos separa. Quiero pensar que le darán permiso de observar a mi hermano con los preparativos que tienen su corazón tan anhelosamente ilusionado, y así el se alegre también. Quiero pensar que le permitirán acercarse lo suficiente para besar en la mejilla a mi madre, aunque sea a través de esa misma fría vitrina. Quiero pensar que no está triste "allá", a pesar de que hace 20 años que no nos vemos como quisiéramos, solo en sueños.

"Papi": sábete que estamos bien, que en la medida de lo posible, hemos hecho aquello que tu nos enseñaste y que con tanta angustia nos pediste en tus últimos meses. Somos hombres de provecho y de alguna manera intentamos emularte. En algunos aspectos hemos logrado superarte, en otros tantos creo que nunca lo haremos, pero puedo decir hoy, a mis 35 años, que bien puedes sentirte orgulloso de nosotros 3. No tuve oportunidad de confesártelo pero quiero que sepas algo que seguramente te desagrade escuchar: esos últimos meses fueron de los peores de mi vida: asquerosamente horrible, tener que hablar contigo sobre tus esperanzas de vida, o sobre la evolución de tu enfermedad, como el que hablaba de fútbol o de mujeres. Horrible, fingir que me tomaba el asunto con la misma naturalidad que tu demostrabas. Horrible, simular que tu estado no me afectaba para no hacerte sentir mal. Y es que yo nunca tuve tu fortaleza, lo sabes bien. En cualquier caso, lo hice lo mejor que un muchacho de 14 jamás pudo hacerlo. Sábete que te extrañamos demasiado y que si nunca hemos visitado tu tumba es porque los 3 preferimos recordarte vívidamente en la memoria y no como un trozo de piedra grabada.
Trato de vivir de tal manera que Dios me conceda, en el momento indicado, presentarte personalmente a mi familia: mi esposa y tus 2 nietos. Gracias por todo. Por servirme de ejemplo para tantas cosas. Por todo lo que te ocupaste y preocupaste por mi. Por todo lo que diste, por todas las veces que me empujaste y sigues empujando hacia adelante, y por todo lo que me enseñaste… aunque tu ultima lección no sea fácil de asimilar: que la vida es, ALGUNAS VECES, un repulsivo mojón fecal que uno tiene que tragarse como buenamente pueda.

Me queda el consuelo de haber visto destellos de eternidad cuando te levantabas todos los días dispuesto a vivir como si te aguardaran mil años de existencia. Porque la inmortalidad eras tu cuando estabas vivo.

Tu luz brillara en la retina de todos los que te conocieron.

Un fuerte abrazo dondequiera que estés, "Sanpontis".

Cierro la entrada con una canción que, solo los que te conocimos de cerca, sabrán lo cerca que hace sentir de tí(y cuya letra, irónicamente, me consuela en este momento): "Chapotea".